
Al tajo que nos da el Guadiana
a los ahogados de la tierra tediosa,
a las novias a la fuga de Alcatraz
a los maridos de las mantis religiosas.
A los recuerdos que emanan de El lago azul
a los que bailan bajo la lluvia un requiem
a los adictos a la vida hasta la muerte,
a los que ganan la lotería sin jugar
a los valientes de la ducha de agua fría
a los que no son ni saben que no serán.
A la torticolis de la cama ajena
a los maestros de la infancia extraviada
a los que piensan en ningún sitio como en casa,
a las que muerden y queman los cubitos de hielo.
A los retirados que volvieron por amor al arte,
al arte, al amor, al arte y al amor por la música.
A los labios con ojos cerrados que me exploraron
a la mano de la palmadita en la espalda...
a la mía, que te la acariciaba mientras te quedabas dormida.
Al borrón del carboncillo que nos define
al trazo de horizonte en el que fuma tu mirada,
a las chepas que cargaron todo el peso del pasado
a las palabras que nunca dijimos... ni escuchamos.
A la sonrisa de ése alguien que se acuerda de algo
al momento cuando olvidas lo que estabas comentando.
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