03 junio 2010

El fusil, la bala

Años que se olvidan como una telaraña

que la carcajada puede hacer temblar,

caricias de harina, migas de pan

en la mesa que esperábamos el postre.

Pantalones arrastrados, camisas sin planchar,

botones que arrancamos, arrebatos de lujuria.

Marcas de pintalabios y huellas dactilares

en las copas del brindis por nosotros.

Calmados ceniceros de cigarrillos de después,

fresas sin nata sobre la piel de gallina.

El boca a boca,

el beso con bostezo al despertar,

las prisas para igualmente llegar tarde.

A veces parece que jamás nos hubiéramos amado,

todo es efímero

como la rosa regalada de una cena romántica.

Pasan las estaciones y tú no serás la misma

la siguiente primavera, ni yo estaré...

deseando que llegue el próximo otoño.

La deuda está saldada para el corazón arruinado

que lo puso todo a doble o nada...

y ni siquiera se molestó en mirar el resultado.

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Tú mismo

Volverán a las calles otrora caminos, mañana quién sabe... el vértigo de estarse quietos, cuando el mundo que gira te ponga en aprietos...