17 diciembre 2008

Los cabellos del asesino no se despeinan

Los cabellos del asesino no se despeinan… era el primer verso de un prometedor texto que me venía rondando la cabeza meses, incluso, estaba pensando en intentar publicar un libro bajo ése título. Sería una colección de poemas austeros y otras gárgaras que reflejaran la dependencia a la soledad de un ser abstracto en su comportamiento normal.

Sin embargo, aquella tarde mustia de un 10 de diciembre sonó el móvil. No tuve más remedio que estrellarlo contra la pared y colgar posteriormente el cuadro trucado de Felipe González con los músculos de Hulk Hogan, para que la señora (o lo que sea) que me alquila la habitación no se percatara del boquete Black and Decker por obra y gracia de mi Nokia 3210, y mi mano de joven promesa de lanzador de disco en la Secundaria. No tengo ni que decir, que no sé quién cojones me reclamaba. Lo único que saco en claro es que mi vida dejó de ser anónima en el momento que se comercializaron estos cacharros; te hacen sentir como en “1984”, la novela que inspira ése programa de tv. Ahora, incluso los regalan en ciertas fruterías por diez ventas superiores a 8 euros, pero, la batidora son quince ventas y puedo sacarle más provecho.

Estoy pensando en sorprender a las chicas de mis citas altamente románticas con “cremas infalibles para acompañar el chuletón”, cuyas recetas sacaré de un libro homónimo que conseguí en un pseudorastrillo argentino, y que venía de regalo con “Sexo tántrico para nihilistas”, el verdadero objetivo que buscaba. Cuando digo cenas altamente románticas me refiero a que no vayan más allá de una noche. Si sale bien, bien, y si sale mal, igualmente bien.

Con las vegetarianas ventegenarias será más difícil, aunque un comodín en la manga es un vino espumoso y otro… ejem, hacer un par de llamadas para adquirir una buena hierba. Con eso no bastará porque normalmente soy yo… el que se duerme en los laureles del amor de una noche verano, y el que acaba encogorzado intentando abrir los ojos para disimular la fumada, y así conseguir una mirada más fiel y penetrante.

Aunque no hay nada como ser natural y honesto. Todo es mentira.

Eso sí, necesito un nuevo terminal, y por cierto, el que me llamaba era Toni Tonnietti para ir al clásico recital de poesía de los miércoles del Bar Bukowski. Gracias amigo.

2 comentarios:

Ana_SepulvedaG dijo...

No hace falta sorprender a las chicas en una cita romantica con no se que crema de un libro perdido de cocina.
Tu no necesitas nada, esty segura.

Feliz Navidad.

R. dijo...

El ciber es otra trampa que dosifica aun mas nuestro tiempo de conversación.
Me has dejado con la palabra en la yema de los dedos, y no me he podido resistir.
Pasate por las cortinas rojas, no es gran cosa, escribir no es lo mio. Quizás un día te lo pinte.

Tú mismo

Volverán a las calles otrora caminos, mañana quién sabe... el vértigo de estarse quietos, cuando el mundo que gira te ponga en aprietos...