02 mayo 2008

La camisa de la suerte




Resulta que tenía una camisa amarilla con rayas negras que compré a finales de 2004 en una exquisita tienda de ropa barata, que ya no existe, de la calle Fuencarral. Me costó 3 euros, se pueden imaginar lo rentable que me ha salido, es la prenda que más he usado en estos últimos años. Así que recuerde me acompañó en el concierto de “El regreso”, de Calamaro. Llegamos Victoria, Soledad y yo a las 20:30h, las puertas abrían a las 20h, nos fui imposible acceder más allá de la fila 9 más o menos. Allí empezó la batalla, la camisa aguantó estoicamente todos los roces, empujones y por favores, los minis de cerveza y güisqui que o bien por mí o por otros siempre me atinaban encima. Había entusiasmo en el ambiente, 5 años sin saber nada de “el cantante” era mucho, aunque algunos ya sabíamos demasiado. Fue un éxtasis total, aquella noche nos podríamos haber permitido todo, o al menos, era la ocasión perfecta para consumir todo lo que años antes no deberíamos haber consumido, sin embargo, ni rebasamos lo ilegal ni acabó en orgía en el Hotel Husa. Salimos empapados en sudor un 18 de noviembre, tras dos horas y pico de saltos, abrazos, besos, bailoteos y subidas a hombros. Una vez en la calle recibo una llamada de David, un coleguilla gallego que una vez me pidió permiso para hacer canción una letra mía, a lo que accedí por supuesto. Quedamos en quedar a lo largo de la velada, pero ellos y su grupo preferían ir a Huertas, me dije,- po vaya mierda de rockeros-, en fin, que les di un abrazo y no nos volvimos a ver. Luego me llamó PV con la que tuve unos meses antes después de mi entrevista de trabajo, una exhaustiva entrevista en algún sofá; aquello no funcionó, no al menos como yo pensaba, luego se echó novio y dejó de ser informal. Me dijo que iba con su hermana y su chico a Malasaña, le dije que lo cool esa noche era venirse conmigo al bar con menos ventilación de Madrid, el Saxo, que ya está cerrado por cierto, en los bajos de Argüelles. Nos besamos y nos abrazamos, se fue con sus ojos hermosos y su increíble mezcla de acentos sin mirar atrás, no nos volvimos a ver.
Otra cita importante en la que llevaba la camisa fue para una fiesta de mi cumpleaños, aquí en Madrid. Ahora recuerdo que las hermanas Victoria y Soledad habían venido ése finde a comprar ropa, desde Cáceres no está mal. La fiesta fue un éxito, ni Isabel Preysler lo habría hecho mejor, café, cerveza, champagne, pastitas, chocolate, música en vivo… Estuve bien rodeado de amigos desde primera hora de la tarde hasta la medianoche, cuando contra todo pronóstico decido ducharme e irme con Marcos por ahí, dejando a los invitados medio sobados a la 1 de madrugada. Me puse la camisa de la suerte y los calzoncillos de la suerte que ésa misma tarde me habían regalado, posiblemente los más feos que encontraron, y que desde ese momento les tengo mucho cariño. Cogimos un taxi y dejamos a las superhermanas en el hotel, llegamos al Saxo Music Bar y empezamos a mezclarnos con la gente. Empecé a hablar con una hermosa chica alta con la que he tenido la misma relación que puede tener uno deshojando una margarita, ahora sí, ahora no, ahora sí pero no. Bueno, el caso, es que acabamos en el 4, un bar de difícil acceso cerca de la calle Leganitos, y allí tras tomarnos algunas penúltimas y aguantar a ciertos seres de postín, a la hora de cerrar decido acompañar a la chica a su casa sin ánimo de nada más, eso decía yo aunque era mentira. La espera del metro nos sedujo y acabamos en la estación de Argüelles dándonos el palo. Al cuarto de hora un vigilante educado, no como los de ahora, nos invitó a abandonar cortésmente la estación, a lo que accedimos entre risas de cortesía. Al llegar a su casa me invitó a tomar café, luego descubrí que odiaba el café, y finalmente pasó lo que tenía que pasar. Aquel piso molaba, vivían como 5 personas, había uno que no salía de la habitación y que tuve la suerte de ver, supuestamente estaba haciendo un máster en videojuegos, hay gente que le pagan por eso. De la cocina mejor no os hablo, lamentable aunque con encanto, un cartel advertía:”Hasta la polla de tener que fregar para poder cocinar”. Recuerdo que colgaban unas bragas de la lámpara y que nadie sabía de quién eran. Uno de aquellos muchachos se pasaba habitualmente por la farmacia a pesarse cuando venía del gimnasio, lo último que sé de él es que el año pasado estuvo en Alemania, y este año ha vuelto a Madrid.
Un día cualquiera en algún lugar inexacto del túnel del tiempo que es el metro, una chica se me agarró a la camisa en un frenazo del tren totalmente imprudente. Se desgarró por uno de los hombros y las rayas se desencajaron, luego descubrí que la cosa no acababa ahí y que había un descosido importante. Me la he seguido poniendo todo este tiempo, aunque finalmente anteayer decidí comprarme una nueva, nueva camisa de la suerte quiero decir. Tuve un día ajetreado, había quedado en comer y mirar ropa con mi compañero de curro, eso hicimos. Elegí una camisa de manga corta color amarillo chillón y también me compré una corbata burdeos, dado que el motivo de esta compra era la boda que tengo hoy, en unas horas. Bien, dicho y hecho.
Volvimos por la tarde al curro, una locura, acabé más tarde de lo habitual dado que la gente con esto de los puentes es previsora en medicamentos, sólo nos faltó vender la tienda de campaña de emergencias, que no tenemos. Tenía que hacer una gestión en el Corte Inglés, pagar un regalo de comunión, de esos que están en una lista. Pagué media sortija y un pendiente, le dije a la chica que si la otra mitad de la sortija y el otro pendiente no los pagaba nadie ¿qué pasaría?, bueno, nos reímos un rato y nos deseamos pasarlo bien estos días.
De ahí me dirigí a casa de Rodolfo y su novia, que teóricamente habíamos quedado para cenar o para salir un rato. Mientras esperábamos al colega que faltaba, me sacó una botella de un excelente vino chileno que degustamos a medias con gran dedicación. Empezamos a hablar de libros y acabamos hablando de filosofía, yo dije que me parecía más interesante y divertido el estudio de la filosofía que el hecho de romperse la cabeza intentando encontrar nuevas fórmulas, lo dije sin ánimo de ofender, no entiendo mucho más de este asunto. El hecho es que la novia de Rodolfo no estaba de acuerdo, y no sé en qué momento empezaron a discutir y decidió irse a dormir. Se fue al baño, se puso el pijama, volvió, me dio dos besos y hasta mañana.
Rodolfo y yo decidimos ir a tomar una copa para hablar un rato. Cogió la moto y me dio un casco para ir de paquete, metí la bolsa con la camisa en la moto. Nos dirigimos al Imperio Pop, un bar en la calle Fermín Caballero donde suelen hacer conciertos. Nos tomamos dos gintonics y hablamos un poco de todo. Decidió llevarme a casa a lo que no pude negarme, él es más pesao que yo, no estoy acostumbrado a montar en moto, pasé una pizca de frío, me repuse cuando llegué a casa con un platazo de pollo con patatas. Me fui a dormir.
Al día siguiente lavé la camisa amarilla, con la intención de quitarle los dobleces y luego plancharla para estar bien, así lo hice. Se secó, me dispuse a poner la tabla de planchar, me rasguñé un nudillo pero pensé que no era nada. Cuando estaba terminando de planchar la camisa, ahí está, ahí está la mancha roja de sangre. Nada, otra vez a la lavadora. Bien, sale perfecta y la cuelgo en la cuerda. Hoy me levanto a las 8 de la mañana como casi todos los días, voy a la cocina a beber agua y decido retirar la camisa antes que los pájaros hagan acto de presencia. En ése momento y recién despierto descubro que mis reflejos y mis sentidos no son lo mismo, al retirar una pinza la camisa vuela, con tan mala fortuna que se queda enganchada en la antena del Digital Plus del vecino del primero, que curiosamente es gitano. Me cago en todo y decido ponerle huevos, me lavo la cara para despejarme, agarro el palo de la fregona, bajo con sutileza las escaleras y llego a la escena del crimen. De puntillas no llego por pelos, le doy un poco pero no es suficiente. Pienso en mi familia y amigos, me retiro al segundo intento y me voy otra vez a casa con el palo de la fregona como un peregrino.
Decido ponerme a escribir esto y aquí estoy, esperando que mis vecinos se levanten para llamar al timbre y pedirles como dios manda que me hicieran el favor si son tan amables de devolverme la camisa de la suerte, dado que sin ella no hay boda.
Eso me preocupa aunque también el nudo de la corbata, he descubierto unos videos increíbles en youtube, vean vean. Buenos días y buena suerte.

http://www.youtube.com/watch?v=66SWVqftKy4&feature=related
http://www.youtube.com/watch?v=STLMgk3Eb4Q&feature=related

6 comentarios:

kief dijo...

Últimas noticias:
en un alarde atlético sin precedentes he cnseguido recuperar la camisa; he utilizado el ingenio uniendo el palo del cepillo y el de la fregona con cinta de carrocero. aún así he tenido que saltar al mismo tiempo que introducía el palo por una de las mangas e impulsando hacia arriba para salvar la antena. ya está en su correspondiente percha

Anónimo dijo...

jajaja, estás como loco!

Anónimo dijo...

jajaajasdjfasdjfjjajajaja
qué bueno, qué historia llena de trajines, ligues y la suerte del amarillo.
Seguro que la has tenido más tiempo incluso que tus botas.
Saludos, pequeño, desde la cama.
(muy pronto, desde el tejado)
Un gran beso

Anónimo dijo...

qué sutil tu anecdotario...

Anónimo dijo...

Vistos los acontecientos protagonizados por la camisa en la preboda (con casi vida propia, como no queriendo asistir), y el resultado de la postceremonia, la mezcla entre prenda y portador no ha sido buena el primer partido...yo mismo te regalaré otra de la suerte, pero de la buena.

;)

Anónimo dijo...

como un felino consigue su objetivo, asi te veo y te imagino..
vigila con la suerte de la camisa..se mancha y se tira por el balcon!!

un beso y un recuerdo amarillo!!

Tú mismo

Volverán a las calles otrora caminos, mañana quién sabe... el vértigo de estarse quietos, cuando el mundo que gira te ponga en aprietos...