
Tengo sed
de dejar de beber,
de volver a saber lo que se siente de veras
al decir, te quiero.
De llorar al ver en tus ojos lágrimas de alegría.
Tengo fé
en lo que no creo,
las guerras, el hambre, la enfermedad
y los celos,
en el sabor del botaca y la caña
del ladrón que me atraca el maldito dinero.
Tengo poca esperanza en muchos de los hombres
si sólo resalta la excepción,
si nos olvidamos del segundo puesto...
de los que cavaron los cimientos de la casa
donde creemos ser felices.
A veces, perdemos la memoria... y lo conseguimos.