
Ciegas mi nada, con una mirada... soy tuyo.
LLueve en la siesta de los labios
de mostaza y miel,
tras la tormenta en la que ofreces tu toalla.
No vamos a tirarla, si uno no quiere...
no habrá pelea.
Sólo noches de sábanas envueltas a un lado de la cama
y mañanas con la incógnita de saber qué será mañana.
Sólo metros a cara de perro que me ven pasar con el pelo mojado
y la sonrisa de saber que tu tren no ha pasado de largo.
Voy a recordarte con la melena desencajada
pidiéndome más, arañando mi espalda,
besándonos hasta rompernos un diente
y viendo cómo lo hacemos en el espejo.
Ciegas mi nada, en ésa mirada... soy tuyo.